El club de los accidentados

«Yo pensaba que esto era sólo cosa del cine, salido de la mente retorcida de algún director que buscaba explotar su talento con una pujante originalidad. ¡Pero no! Esto no era obra de David Cronenberg, ni su adaptación al cine de la novela de Ballard, realmente está pasando tras bastidores. La vida en el anonimato siempre encierra muchos misterios y libertades o, mejor dicho, libertinaje».

Así escribía en su informe el detective Carlos Valdez, que investigaba un extraño caso crash-mondo-vinyl-coverjunto a un equipo de informáticos, que buscaban pistas de un peculiar y enfermizo club; cuyos miembros se citaban en páginas inaccesibles del internet. La Deep Web era caldo de cultivo para todo tipo de parafilias y perversiones Él una vez desmanteló una red de trata de blancas que hacía sus ofertas en esa web; pero los políticos europeos nunca fueron mencionados.

Él buscaba el cabecilla de aquella organización que le había salpicado muy cerca. Su hermana murió en un accidente de tránsito después de varios extraños accidentes, que venían ocurriéndole desde que venía frecuentando un extraño colectivo y sus reuniones nocturnas. Su cuerpo era ya una aleación de carne y clavos de metal y ella parecía disfrutarlo; con un extraño comportamiento sexual.

—Está secta tiene sus días contados —murmuró a su compañero Valdez, mientras se enganchaba el arma—. Este tipo odiará el día que nació y su fetichista manipulación sobre los demás.

Esa noche todo estaba claro. El lugar de reunión era en una vieja pista de carreras abandonada que utilizaban para sus colisiones. Valdez vería al maestro a la cara para hacerlo pagar. Al llegar, una multitud vociferaba: «¡El maestro ha muerto! ¡Se hizo inmortal!». Valdez, sorprendido, sacó del auto aplastado el cuerpo del jefe de tránsito.

El próximo avatar

Desde hace mil años que se oculta en aquel mundo, que no es más que una región 2463d98f137cd8603e0ae56febc206e6inaccesible de este mismo mundo —dijo uno de los los motores de búsqueda que tenía acceso a los Archivos Akáshicos y que se encargaba de resguardar la memoria de los iniciados en cada reencarnación—. He buscado por la memoria entera de la tierra y no ha habido rastros de él —continuó hablando aquella araña psíquica a uno de los maestros del orden primigenio que se sostenía sobre una plataforma cristalina, soporte de los archivos cósmicos.

—Debemos darnos prisa, no sea que los demonios del plano mental lo encuentren primero. He sabido que algunos agregaron a sus cerebros Procesadores Proxys capaces de decodificar los programas cifrados de la mente de Dios. La logia negra de Ixartlo hace tiempo que navega en la Deepweb de la Mente Cósmica —explicó el maestro con una notable preocupación en su cara seráfica, haciendo trabajar a un grupo de arañas buscadoras. El objetivo era hallar el Ain Sux del iniciado Athun, que después de haber agotado su ciclo de reencarnaciones en la máquina de las realidades simuladas, había adquirido el gran despertar. Pero su ser desapareció, su código de acceso se volvió complejamente impenetrable. Si los proxys daban con él, el equilibrio de la mente de Dios caería en el caos.

Por fin, un equipo de arañas rompió la barrera de la dimensión akashica superficial, penetrando aquel estrato más profundo, encontrándose junto a un grupo de oscuros proxys que rodeaban un torreón cristalino donde habían rastreado a Athun en la cima, inamovible. En plena batalla entre bandos, una voz tronó desde la cima dirigiéndose a los proxys: «¡Demasiado tarde! Ya mi ser fue absorbido por la mente más grande. La trascendencia del nuevo avatar ha llegado a resguardar la mente máquina de Dios, los días de terror han llegado a su fin